Cuando pensamos en ahorrar inmediatamente vienen a nuestra mente todas esas cosas que queremos y que implican dinero, pensamos en lo poco que ganamos y lo mucho que “tenemos” que gastar. Entonces complementamos estos pensamientos con ideas que nos calman diciéndonos que empezaremos a ahorrar cuando nos suban el sueldo, cuando terminemos de pagar el auto o el próximo año que sí nos organicemos.
Así… nunca conseguiremos ahorrar.
El mundo actual nos dicta, a través de emociones, nuestras necesidades. Otro vestido negro, unos tennis nuevos, cambiar de celular o tener una iPad no son necesidades reales (como lo son el alimento y el hogar), son deseos que de algún modo nos darán felicidad. Pero, ¿realmente los necesitamos? ¿Sabes cuánto dinero gastas en caprichos en un mes?
Haz la cuenta… Te sorprenderás.
Gastamos ese dinero porque adquirir esos objetos nos emociona, nos crea gusto, placer y nos hace sentir bien con nosotros mismos. Bueno, ¿y por qué no le damos al ahorro esa carga emocional?
Seguramente ya lo has pensado. Por ejemplo, en el tema del retiro. ¿No te enoja o te frustra conocer adultos mayores que tienen que recurrir a sus hijos o seguir trabajando para mantenerse? ¿Te gustaría estar en esa situación? La idea, ¿te causa miedo, estrés, nervios? Esa es justo la emoción que puede impulsar tu ahorro.
¡Dale amor a tu ahorro!
Estudia las emociones que te impulsan a comprar. ¿Son controlables? Un ataque de estrés o tristeza te puede hacer gastar mucho dinero… ¿podrías enfocar esa energía en el pensamiento de un futuro feliz a través del ahorro?
Estamos seguros que sí. Te invitamos a contactarnos para platicar más sobre cómo puedes transformar el tema de tu ahorro personal en una prioridad emocional.